Respira hondo, porque nos sumergimos hasta el fondo del océano en busca de un símbolo hundido de libertad e independencia. Un fragmento de escultura, de aproximadamente 4 metros de altura, enredado en cadenas y rodeado por los habitantes del abismo, observa en silencio lo que sucede a su alrededor, mientras el tiempo y la sal lo desarman cuidadosamente en granos de polvo.